No solía ponerse falda. Hoy la llevaba. Viajaba en el asiento del acompañante del conductor mientras la lluvia golpeaba el parabrisas y los limpias oscilaban una y otra vez hipnotizándola, empujándola a otro viaje, este mental, al pasado. Mirándose las rodillas enfundadas en los pantys calados su mente volvió una vez más a aquel instante, hacía unos casi veinte años, con su primer novio, en aquel bar de tapas, en aquel rincón, sentados en aquel banco de madera. La mesa tapaba la exploradora mano que perseguía un objetivo claro, despacio, entre las piernas. Aprovechando que llevaba falda el joven adolescente se afanaba en despistarla besándola largamente para ir subiendo poco poco por sus muslos enlicrados. Negros eran los pantys que llevaba por aquel entonces.
Y ahí tuvo lugar, el gesto que marcó su vida, o al menos sus siguientes años, tan importantes, el tiempo de hacerse adulta. Nada de eso ocurrió, se sumió en un agujero espacio-temporal en el que no pudo realizarse como persona, continuó siendo una niña, una adolescente, equivocada, sumisa e infeliz mientras estuvo a su lado.
- Y después de aquellos años, estos otros - pensaba mientras brevemente volvía a ser consciente del oscilante movimiento de los limpiaparabrisas - madurando todo lo que no había podido durante aquella demasiado larga y destructiva relación .
Tenía la convicción de que si no le hubiese dicho aquello de: "Cuidado, te vas a pillar los dedos", mientras apretaba con sus muslos impidiendo a la osada mano pasar la frontera prohibida, todo, absolutamente todo, hubiera sido diferente.
Y quizá le hubiese roto el corazón cuando la hubiese dejado después de la consiguiente noche de sexo...
Pero no, ella no había sido "una chica fácil", así que aquel gesto le convenció a él esa noche: era la mujer que necesitaba.
Cuando volviese del viaje que haría durante una larga semana con sus amigos y sin ella (diferente que se medía el tiempo entonces), retomarían la relación seria.
- Ojalá hubiese sido una chica fácil aquel día - pensaba para sí mientras unos leves rayos de sol hicieron aparecer un ancho y cómodo arcoiris que su mente empleó como tobogán que la devolviese al finalmente acertado Aquí y Ahora. Qué bonitos pantys calados estrenaba hoy. Sí. Le quedaban muy bien. Y qué decir de sus botas...
Si al final todas las historias son la mismas. Menos las que no son.
ResponderEliminarUn (b)eso compasivo
los momentos de introspección (real o imaginaria) te quedan espléndidos, de verdad. me ha encantado el relato.
ResponderEliminarAs chicas ningunha sodes fáciles (ainda que levedes saia). O que pasa é que os chicos somos todos moi teimudos (imos dicir que é xenético por aquelo da continuidade da especie, que queda máis fino), e a resistencia que non venceu un nunha ocasión deixoullo un chisquiño máis doado ó seguinte.
ResponderEliminar(Claro que por moita falda que leves, coa "armadura" duns pantis -malachispacomaaquenosinventou- por debaixo...as facilidades minguan tremendamente)
Bicos complicados
(jajaja, a palabra de verificación que me pon Blogger é "antis", vaia casualidade!!!!!)
Ojalá siempre que mirásemos hacia atrás lo hiciéramos con la cabeza bien alta y resumiendo solo cosas buenas. Pero no siempre es asi.... y sirva de ejemplo este post.
ResponderEliminarMe lleva a la eterna pregunta "y si..." "¿qué hubiera pasado si....en vez de.....?"
Sin duda, hay personas que esperan más los "mañanas" que el "ayer" y ese final que has elegido me gustó mucho. Un arcoiris claro despeja las ideas y retoma el rumbo de la vida.
¡Chica! ¡Qué bien escribessssss! y qué bien enseñas sin mostrar....
Bicos para ti.
Lo que hubiera pasado ya no pasará...
ResponderEliminareste post de pretérito imperfecto y presente continuo me ha encantado con el hilo conductor de las medias muy de mi gusto, sí, sí.
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