lunes, 25 de enero de 2010

Herramienta y trabajo

Para que un trabajo salga bien tienen que darse una serie de condiciones. Elementos esenciales para un buen resultado son estos (tres, no podía ser otro número... )


1. Alguien diestro capaz de hacerlo, con experiencia o, en su defecto, capacidad de aprendizaje y manuales adecuados o profesor@ dispuest@, a medida de la capacidad y motivación del sujeto activo.
2. Materia prima y/o sujeto paciente.
3. Herramienta.


Quizá sean los tres de igual importancia a la hora de obtener una buena cosecha. Claro que habrá quien opine que la destreza del trabajador puede suplir la falta de materia prima o la herramienta. La mayoría de las veces la materia prima o sujeto paciente son indispensables, aunque pueden ser de peor calidad.... ¿Y la herramienta?... ¡Ay, lo importante que es una buena herramienta!


Que sí, que si tienes una buena herramienta la cosa puede resultar infinitamente más sencilla, incluso hasta parecer que el trabajo se hace sólo...
Esta última semana, la pasada, la que acabó ayer domingo, me he convencido de la vital importancia de la herramienta.


Bueno, también he recordado lo difícil de las relaciones humanas, lo difícil que es llegar a lo verdadero del pensamiento de tus compañeros de trabajo, todo lo que subyace bajo un contacto, una contestación sencilla, que no es tal y como te la dan, que siempre hay problemas, que nunca los hay hasta que ves que sí que los hay, pero no porque te lo digan.... ah... no.... eso debes averiguarlo tú.


¿Qué por qué no te dicen la verdad? Porque decir la verdad es difícil, supone un enfrentamiento, y se elude hasta que realmente se ven las orejas al lobo y ya todo son problemas cuando se había dicho que no, que no había problema ninguno. Claro que no sospechaban que fuese cierto, que alguien fuese a tomar la iniciativa y una decisión consensuada,  y enfrentarse en vez de seguir haciendo el trabajo como hasta ahora, mal, por falta de herramienta, y de previsión , y de organización.


Pues no. No me arrepiento. Ya tengo una edad, puedo exigir cierta dignidad en el trabajo, puedo exigir que no me hagan saltar a la comba sin comba... ¡joder!, que no, que ya no tengo sentido del ridículo, pero todo tiene un límite, y sólo yo tengo esa potestad, la de ponerme en ridículo, por libre elección, no por obligación.
Y además somos más a trabajar, y no todos somos igual de diestros  a la hora de saltar sin comba, que parece que no, y te cansa, y te caes, y te quema, y acabas preguntándote....¿pero por qué?


Pues eso. Manotazo en la mesa. Y no me arrepiento. No. Y pediré disculpas, pero sólo porque yo no soy la jefa, y no me corresponde perder las formas a mi.
Se excusa, la auténtica jefa, en la inexperiencia. Yo creo que es al contrario, está contaminada de la experiencia de tantos años en la administración acatando estúpidas órdenes que el sentido común obliga, cuando menos, a discutir.
Y no iba a escribir esto así, pero claro, tenía que haber imaginado que acabaría donde acabé, que yo no escribo:  vomito. La mayoría ya lo sabéis. A algun@s incluso os interesa y gusta... ¡pervertid@s!


Ah! Y las disculpas me las pido a mi misma, por hacerme pasar trabajos y nervios que no me corresponden. Pero es superior a mi, lo de intentar hacer las cosas bien.


Una pregunta profunda: ¿trabajamos sólo por dinero? Y no, claro, el trabajo dignifica.... jajaja


¿¿Y qué os parece esto de la generación NINI.... ??
Non teño diñeiro... nin tampoco o quero (se hai que traballar para conseguilo.... aissss). Non sabía que Aerolíneas federales tamén cantasen en galego...

(Música: Non teño diñeiro, Aerolíneas Federales)

Foto: parece imposible que el pájaro vuele en esa maraña, pero lo hace, ¡y no dice ni pío!. Claro que  tiene unas alas estupendas, y una cola-timón última generación de la evolución técnica, un ejemplo de maniobrabilidad asombrosa, que parece hasta fácil lo de volar... 

miércoles, 13 de enero de 2010

No pares

Al parecer soy una perezosa y una indisciplinada.
Son ambas malas cosas.... ¿o no?
Diligente y disciplinada suena a obediente y aburrida....... 
Quizá una mezcla de diligente e indisciplinada resulte. La pereza sin embargo no casa con nada... No parece que pueda ser una virtud en ningún caso, a todas luces es mala cosa.
Entre los eternos propósitos de año nuevo tiene que estar, otra vez, eso de ser más diligente y constante en las rutinas, esto es, disciplinada. Y es que cuando uno empieza  a  simpatizar con la Sra Inercia (la gorda esa que le gusta sentarse en el sofá de Zeltia... ¡y en todos los asientos de mi casa!), parece que no se puede evitar dar las riendas a esta personalidad tan arrolladora, tan agradable, que cae tan bien... en esa silla, a tu lado. Y hazme otro café, anda, curioseémos un poco por estas páginas de internet, mira qué idea... jajaja, sí, qué bueno.... Mañana lo hacemos. Vale.
Pero mañana se convierte en una semana, y luego ya ni te acuerdas... y viene el nunca jamás...
Que nunca jamás no existe, que siempre hay tiempo. Que luego te pones y acabas en un plis.... Que qué vaga soy. Que qué tarde es. Que no llego. Que papá se enfada. Que me siento culpable. Que a tí también te llega... Que.... Que.... Que.... Que tenemos que cambiar... Que sí.... Que sí....


Y qué de polvo se amontonó bajo el árbol. Lo habrán dejado lo Reyes, que lo han traído de Oriente. Y no sé si limpiarlo: ¡es polvo oriental!. El del traje rojo no dejó nieve, quizá ya se fundió, y se evaporó... y ya no está. Pero el polvo no se volatiliza. Habría que barrer, aspirar, limpiar.... Sí. Habría.
Ya recogí el árbol, y todos los adornos, y las figuritas del Belén. Ya están en el trastero, en sus cajas... A San José se le rompió un brazo, pero no se le nota mucho... debajo de la ropa. 
Y no sabía lo mucho que me estorbaban hasta que he visto lo despejado que se ha quedado todo sin Belén ni Portal ni árbol ni adornos. Ahora sólo queda el polvo oriental. 
Está bien. Ya voy a limpiarlo. Y pondré la lavadora. E iré a la compra. Y recogeré. Y sacaré a Dña Inercia de mi vista, y lo haré ya... no voy a esperar. En cuanto acabe este post....


Y tengo varios gifs nuevos. Este que publico hoy tiene mucho que ver con Dña Inercia, que nunca se para, aunque parezca que siempre está parada... No. El mundo gira y todos en él también. Y los días pasan, y en invierno, ahora, el Sol vuela raso y rápido, las sombras son testigos de su aparición estelar, breve, templado tirando a frío, visita de médico en estos cortos días. Y se lo tiene creído el Sol. No es de extrañar, porque si por mi culpa los días fuesen días, y por mi ausencia las noches fuesen noches, yo.... también me lo creería....
A veces las nubes no lo dejan ver, pero le da igual, al fin, nos tiene tan vistos...


Y que no, que no... que no es él el que vuela, no es él el que gira... Es nuestro pequeño mundo el que gira y se acerca a él. Over and over. Again. Cansinos. Presos de la inercia. ¿Inércicos pues?


Tempus Fugit. Ya lo ves, y si no, párate y mira, que el relativismo hará su trabajo, y lo verás. Pero no te pares mucho tiempo, o Dña Inercia te atrapará y cada vez será más dificil cambiar el ritmo. Ella acapara demasiada atención. Tiene encanto magnético... Cuidado.
No pares... sigue sigue...
Un poquito más suave... un poquito más duro.... Pero no te pares.
Eso. Ahí está. Ahí está....
Y al final te gusta, cuando te mueves, sí, que te gusta más...




Y a Dña Inercia que se la lleve, el tiburón, el tiburón!!! Que los cambios de ritmo son lo mejor, y para eso hay que joderla a ella... Y vamos, que hay tema... Que le gusto. Sí.

lunes, 4 de enero de 2010

Aventuras de Reisiño Culeteiro

  - Reisiño Culeteiro - vocea la probablemente celadora, quizá enfermera...
Reisiño se levanta raudo y veloz al escuchar su nombre, y sin casi darme tiempo a dejarle los bolsos y chaquetas a papá ya está en el vestíbulo presentándose a la mujer. 
Con una sonrisa dirige su mirada hacia el retaco y le pregunta: ¿Eres tú?
- Sí - le contesta a la vez que consigo salir detrás de él antes de que la uniformada hospitalaria piense que el niño llegó solo.
- Sí es él - acierto a decir apresurada
- Pues vamos - ordena mientras da media vuelta decidida a que la sigamos tras la puerta que nos lleva a los boxes de urgencias del hospital de los niños.
Esto no es un hospital, mamá, es un colegio, ¿no lo ves?, intentaba convencerme señalando hacía un rato las pruebas indiscutibles, unos divertidos cuadros infantiles en las paredes de la sala de espera.
Unos metros más adelante tras superar la puerta (la típica de urgencias) espera una chica joven, morena, pelo largo y muy liso. Mediana estatura, tirando a pequeña, portátil casi, muy ágil... Aparentemente una niña, una adolescente... Nos ha tocado la pediatra guapa...
- Hola -
- Hola, ¿Reisiño? -
- Sí - contesto yo. El niño está entusiasmado. Cualquiera diría que hace una hora larga estaba postrado en el sofá, temblando y ardiendo con la fiebre, con los labios morados, y rodeado de dos enfermos más, pero de preocupación y sueño, papi y mami, impotentes después de dos noches de desvelos y cuidados aparentemente infructuosos.
La pediatra se sienta muy desgarbada, como si estuviera en su casa, a la mesa del box que nos toca, entre un montón de ellos, mientras la otra corre la cortina de dibujitos infantiles una vez nos ha hecho pasar.  Al parecer escribe, pero es más bien como si rayase el papel con el boli, estirando los dedos y cogiendo el instrumento de tan peculiar forma que se adivina imposible la tarea de leer algo allí después. Es zurda, quizá eso ayuda a que adopte esas llamativas posturas... El blanco de su uniforme contrasta con su morena piel y enmarca un pelo negro y sedoso. Hace calor. Sólo lleva el inmaculado uniforme sobre la ropa interior, además del estetoscopio y una graciosa y pequeña  calculadora azul colgados del esbelto cuello.
Mi niño se apresura por los dos escalones que lo llevan encima de la camilla de exploración mientras dice alto y claro:
- Tengo fiebre, mucha, una fiebre muy fuerte -
Yo lo miro atosigada ya ante tanta autosuficiencia, y la pediatra, hasta el momento acelerada en todos sus movimientos, se toma una pausa para mirar al niño con cara divertida...
- Caray, Reisiño, ya veo que no te hago falta - protesto
- Así que tienes fiebre fuerte... ¿y desde cuándo? - le pregunta ya a él directamente.
- A ver... dile desde cuando - ¿estaré presente, o sólo soy fruto de mi imaginación?
Sí, sí que estoy, y veo lo atiborrado que está urgencias, así que intento apresurar la entrevista y exploración:
- Empezó el 31, Nochevieja, antes de la cena.
- Y ¿cuál fue la fiebre más alta que tuvo?
- 39,6, hace un hora y media más o menos.
- Ya veo - se levanta para explorar al niño. Yo me aproximo un poco pero me corto cuando veo al niño totalmente entregado. ¡Totalmente entregado!
Cuando habíamos ido al Centro de Salud hubo que sujetarlo y no había manera de meterle el palito en la boca, ¡tarea casi imposible verle la garganta!
Recordé en ese momento todo el viaje en coche hasta el hospital: Mamiii, el palito no, el palito no que me ahoga.. Pero cariño, tiene que verte la garganta, tienes que dejarles que te vean la garganta, no te hace daño, sólo es un momento...
Nooo, mami, no quiero, que me ahoga..
Tiene que ser cariño.
Ahora la médica lo examina de arriba abajo, oídos, cuello, abdomen, garganta... Ni un ay. Vaya.
- Haremos una placa de tórax, para descartar una pneumonía, aunque yo no escucho nada- me dice mientras mi niño coge aire y lo suelta, como si fuese a soplar la tarta de cumpleaños, tal y como le había pedido su aspirante a novia. Él obedecía complacido mientras ella escuchaba su respirar y su corazón. Se me antojó una escena cuasirromántica. Creo que a Reisiño también...




Así que salimos hacia rayos, donde nos esperaba un celador que sin saber muy bien por qué, entabló inmediatamente una amistad con el niño, sentado a mi lado, en la única silla blanca entre todas las marrones... Aquí quiero mami. Vale.
- ¿Ya le has escrito a los reyes?
- Le escribí a Papá Noel y a los reyes también
- Yo le pedí un oso polar a Papá Noel y no me lo trajo - yo asistía perpleja a la capacidad de improvisación del fulano, barba de varios días, interesante, un tipo curioso.. Pronto tuve la sensación de que su conversación con el niño era un sutil acercamiento a su madre...   Vi que tenía práctica en hablar con niños desconocidos. Y ya me cansé de desconfiar..., sólo disfruté de la conversación.
- Claro, es que los Osos Polares son peligrosos - le decía mi niño
- Me dijo que no me lo traía porque comía mucha carne, y yo no tengo mucha carne... A los reyes les voy a pedir.... ¡un cocodrilo!
- Pero los cocodrilos son más peligrosos, que comen humanos los cocodrilos.. - le advierte mi hijo
...
- ¿Y esta chica es tu novia?
- Nooo
- ¿Entonces quién es? -
- Mi novia está en su casa -
- Eso no me lo habías contado a mi, que tienes novia - intervine al fin
Risas.
- Reisiño Culeteiro - asoma otra chica guapa
- Sí, soy yo - vuelve mi niño a entregarse a la aventura.
- Vamos a hacerte una foto por dentro
- Qué grande - miraba alucinado para la máquina de rayos.
- Tienes que estar muy quieto e inflarte como un globo
- Vale
- Mami espera fuera
- Voy
...
- Mami, lo hice muy bien. Me agarré aquí y me quedé muy quieto.
- Sí, lo hizo muy bien
- ¿Puedo ver la foto?
- Hummm... bueeenooo, pero calladito eh, que no se corra la voz, que luego todos los niños quieren ver y  no terminamos nunca..
- Bieeeen




Su padre esperaba en la sala algo preocupado. Cuando nos vió se le iluminó la cara. El niño no tenía pneumonía, sólo era una simple faringoamigdalitis. Un alivio.
No dejé de sentirme la típica madre histérica ante aquellos profesionales que estaban cansados de ver fiebres y gargantas. Pero no me importó, me iba tranquila para casa, y si fuimos al hospital fue porque un médico nos había mandado allí, no podíamos quedarnos con la duda....
Para mi niño fue toda una aventura.
- Yo siempre quiero ir al médico del hospital - decía animadísimo cuando nos íbamos ya para casa.
- Ojalá no tengamos que traerte más cariño - respondía su padre acongojado.
En la sala me dió tiempo a ver bebés con las batas de hospital, padres con cara de desesperación y el deseo en sus miradas de irse a casa con su niño, sin más complicaciones.
- Nosotros nos vamos a casa - pensaba yo, sintiéndome tan afortunada, una vez más.