jueves, 28 de agosto de 2008

El silencio de los pollos

La casa donde me crie estaba muy cerca de un matadero de pollos. El olor de aquel lugar era repulsivo. La máquina donde eran sacrificados los animales, ya vacía, pero girando todavía, resultaba espeluznante de ver, con aquellas extrañas perchas metálicas donde no costaba mucho adivinar como irían colgados los animales para ser desangrados, pelados y destripados en aquel monstruo de macabro parque de atracciones avícola. Toda la nave era baldeada, pero a pesar de los litros y litros de agua que se usaban para limpiar, el olor persistía.
Las mujeres (sí, sólo había mujeres en aquellas mesas enormes), embuzadas de pies a cabeza con gruesos delantales de plástico y guantes y botas altas de goma, cubiertas sus bocas con mascarillas que no les impedían cotillear a grito pelado, cogían y despedazaban aquellos bichos ya sin plumas pero todavía calientes, y separaban higadillos y mollejas, alas para una caja, contramuslos y muslos también separados, las pechugas aparte. Los ejemplares que se salvaban completos, eran retirados a las enormes cámaras frigoríficas en espera del camión para el reparto.
Yo llegaba el sábado de once a doce. Cuando me retrasaba ya no había mujeres trabajando, sólo el olor, el agua por todos lados y la máquina inmóvil, con los sujetapollos meciéndose en una cadena que se hacía casi interminable. Entraba tímidamente, pues a pesar de las veces que había ido no conseguía no sentirme amedrentada en aquel lugar. Me sabía muy bien lo que tenía que decir, pues mi madre se esmeró en que me lo aprendiese al dedillo, para evitarse problemas: "Dos pollos, por favor, que sean medianos.. y frescos".
El encargado me miraba siempre con cara divertida, a pesar de la seriedad que intentaba yo inculcar en la representación teatral y que sólo me hacía parecer una niña revieja. "Que no te engañen hija mía", me había dicho mi madre. Muchas veces tenía que acompañarlo más allá de la entrada, hacia las cámaras, donde parecía entretenerse en escoger dos de los mejores, para que pesasen algo más del par de kilos la pareja. Luego los ponía en una de la balanzas, vigilado muy de cerca por mis desconfiados pero sobre todo curiosos ojos, los envolvía en un cartón grueso y me los metía en una bolsa que yo llevaba preparada, pues allí no tenían. Luego apuntaba el peso en otro trozo de cartón y me enviaba a las oficinas, con entrada aparte, donde me sentía casi más intimidada. Creo que era el olor, había un contraste tan abrupto que era imposible no darse cuenta. Aquella oficina olía más fuerte que el matadero. No era desagradable, una mezcla de papeles, máquinas de escribir, perfume de los escribientes y contables, no recuerdo ningún ordenador!!, oficinistas al fin. Siendo trabajadores de la misma empresa era evidente que eran "de otra clase". Estaban separados físicamente y olían muy diferente. Supongo que eso era lo que me intimidaba. Con algunos años de ensayo la más antigua del lugar consiguió ofrecerme una sonrisa de cortesía cuando entraba allí con mi bolsa y mi cartoncito demandando la cuenta. Tecleaba con destreza aquella pequeña expendedora de tickets que hacía un ruido adorable. Me hubiese encantado jugar con ella, aquel chapoteo de teclas que siempre conseguía hipnotizarme brevemente, por no hablar del rodillo que hacía girar el papel que con magia escupía. Deseaba que se equivocase para que tuviese que repetir la cuenta.
Era otro abrupto contraste: el monstruo de la nave Vs la pequeña y encantadora calculadora-expendedora de tickets...

Todos los domingos se comía pollo asado en mi casa. Con puré de patata o spaguetti. Pero esa, ya es otra historia...



Cada vez me divierto más buscando bandas sonoras que amenicen mis entradas. Esta es una estupenda parodia, de un tema de los Talking Heads del año 1977, poco antes de que fuese a buscar mi primer par de pollos al matadero...
Y esta es la versión original:


Si alguien conserva alguna macabra curiosidad sobre cómo se mata a los pollos puede leer esta interesante entrevista a un matarife de pollos.

martes, 26 de agosto de 2008

jueves, 21 de agosto de 2008

Uma: curiosa mezcla. Historias de familia.

Uma tiene una mirada complicada. Es un buen perro, de confianza, pero vistos sus colmillos, visto su poderío físico, la tendencia a escrutar en el fondo de su mirada malas intenciones es del todo inevitable. Su madre, una Setter irlandesa, su padre, un Bobtail, un pastor inglés con toda su envergadura y todo su pelo y toda su simpatía...
Aquí os muestro unas fotografías de las razas, que no de sus padres auténticos, fue una pena no haber sacado la foto, aunque yo los ví, y eran así tal cual estos. Su madre, preciosa, con esa planta, ese saber estar. Su padre, desde atrás asomaba la cabeza, con la pelambrera por encima de los ojos, con una pinta de gamberrote y de osito gigante que conquistaría a cualquier hembra nada más verlo. Y de ahí salió Uma, que no es una perra, es un perro, con nombre de río, el que pasa muy cerca de nuestra casa. Si tuviésemos que ponerle nombre a la finca tendría que llamarse Villa Uma, sobre eso no cabe discusión alguna.
Uma tiene una personalidad especialísima. No sé qué habría sido de él si no lo hubiésemos adoptado nosotros. Venía llenito de pulgas. La persona que lo tuvo los dos primeros meses, junto con sus once (creo recordar) hermanos y su padre y su madre, en un pequeño patio detrás de su casa, ya hizo bastante... Mi chico tenía sus dudas. Queríamos un perro grande, con personalidad, pero no agresivo. Cuando hay mezcla de razas no tienes ninguna ninguna garantía. Sabíamos que iba a ser un perro juguetón toda su vida, porque su padre es de esos cachorros perpetuos, y su madre también es del tipo nervioso, no aposentado, como podría ser un Labrador, que son preciosos pero pueden resultar sumamente aburridos también. Esas eran las referencias de Uma. Sin embargo, cuando fuimos a recogerlo, siendo un cachorro con el tamaño de un perro adulto de los pequeños-medianos, con sus largas patas y su torpeza, se puso tan nervioso que apenas se tenía en pie.
- Parece unha ouvelliña - nos decíamos el uno al otro, preocupados de que al fin fuese un perro miedoso y con poca personalidad.
Nada más lejos. Lo que era, y todavía es, es un perro muy listo, capaz de engañar hasta al más pintado. Uma es capaz de fingir con la mirada.
Es capaz de desconfiar y a la vez acercarse a ver. Uma es un perro mucho más templado y con mayor caladura moral que muchas personas que conozco, y otras muchas que me he perdido conocer, pero, por razones obvias, no me importa habérmelas perdido, la verdad.
Algún día seré capaz de descifrar su misteriosa mirada de macho alfa, el líder de la manada.

¿A que es pegadiza? jajaja

martes, 19 de agosto de 2008

Alas Quemadas


Se me quemaron las puntas de las alas, y me olvidé de depilarme, otra vez, sí, pero todavía tengo un par de antenas bien puestas, y mis colores son cálidos. Puede que esté cansada, puede que no me apetezca huir de esta piedra que no me camufla. Me habré vuelto exhibicionista. ¿Siempre lo fui?. No. Las apariencias engañan. Forma y esencia juegan a despistarse la una a la otra. Toda la vida.

miércoles, 13 de agosto de 2008

No me mires

Había empezado ya el rito: primero mojarme bien, sintiendo el agua templadita correr por los conocidos cauces. Después dejar que las infinitas agujas de agua intenten penetrar a través de mi piel sin conseguirlo, desintegrándose en un millón de gotitas con incierto destino. La mayoría se escurrirán hacia el desagüe. Otras quizá consigan formar parte del aire que se humedece cada vez más... Puede que alguna se incorpore a mi cuerpo por alguno de los huecos que llevan allí dentro... Sí, quizá alguna lo consiga.

Noté entonces que me estaba mirando. Con un gesto expresivo. Expresivo... ¿de qué?. ¿Qué me miraba?. Pronto empecé a sentirme incómoda, aquel era mi reino, tenía que estar sola y relajada, y no atenta a las miradas expresivas e indiscretas. ¿Me estaba mirando el nuevo michelín? ¿el que me sale en vacaciones? ¿Acaso no podía dejar de hacer eso? Nunca me había pasado. Consiguió que me enfadase y le salpiqué agua, para borrar aquella estúpida mueca de... yo qué sé.
Nada, aquellas tres gotitas se disponían una y otra vez de la misma manera, alimentando mi inquietud y desasosiego.
- Por favor, ya está bien.. - susurré, un poco alto para que me oyese, quizá así desistiese de su absurda mueca...
Bah!, no había forma, si volvía a salpicar nuevas gotitas volvían a dibujar esa cara en la tapa de mi champú...
Lo cogí y al comprobarlo tan liviano me dí cuenta. Intentaba decírmelo, y yo, paranóica egocéntrica y ensimismada, no supe entenderlo: ¡NO QUEDA!

lunes, 11 de agosto de 2008

Mirando al cielo

No me mires que no me escuchas.
No me entiendes. Te lo repetiré porque no me entiendes...
No me repitas, que de cada vez que hablas entiendo más y mejor... ¿Y tú a mí? ¿Me estás entendiendo?. Mírame a los ojos.
NO. No te miro que no me entiendes.
Mira que cielo...


¿Será de lluvia?
Ceo empedrado ó pouco mollado.
Sabiduría popular.
Y sin embargo Te Quiero.


Y hoy me levanté triste..
¿Será por algo del ayer?
¿Será por algo que me dijiste?


No. Fue algo que soñé, y no lo recuerdo, pero me dejó la lluvia que hoy cae y no moja lo suficiente para arrastrar cierta tristeza que se me pegó con las sábanas.
Siempre me gustó la lluvia. Limpia, purifica, riega.


Que llueva, que llueva...
la virgen en la cueva.
Y siempre hay un agujero que ver, siempre un agujero protector, para esta lluvia que no limpia la tristeza. ¿Será que tengo miedo a mojarme?.
No, ya no soy virgen... pero todavía quedan cuevas.



viernes, 8 de agosto de 2008

Edad Media


Eran bajitos. Bajitos y jóvenes. Los que medían más de metro y medio eran considerados especialmente altos. Teniendo en cuenta que llevaban unos sesenta kilos encima para defenderse (los que por su rango podían), supongo que sería muy complicado vencer la ley de la gravedad creciendo a lo alto, y me pregunto además cómo es que podían moverse. Despacio. Sí. La muerte tenía muchas oportunidades. La gente era joven, con suerte, porque era fácil pasar del ser al no ser, en un suspiro, y sin que fuese demasiado trágico, pues la rutina era esa. Olía mal. La vida era corta, lenta y cruel.
Los castillos, preciosos, llenos de agujeros en forma de cruz... ¡qué bonitos quedan esos agujeros en foto!... Defensivos: guerra y religión.... Especialmente diseñadas para el armamento, la vertical, larga para los arqueros, la horizontal, más corta, para las ballestas, y luego, con la llegada de las armas de fuego, hubo que hacer unas ampliaciones por debajo, en redondo, para poder meter pequeños cañones... Siempre guerreando, siempre defendiéndose, siempre atacando. Pelear, morir, sobrevivir.

Después del viaje a la Edad Media (Santa María da Feira, Portugal), cómodamente y en primera clase, ya he vuelto. Ha sido muy rápido, como los tiempos que corren, tan diferentes, aunque todavía haya sitios en los que la muerte, la religión, la guerra, el hambre y el tiempo se midan de distinta forma. ¡Pero están tan lejos!... ¿verdad?.

sábado, 2 de agosto de 2008

¿Bailas?

Pensé en negro. El blanco no me vale. Necesito fondo negro y tizas pastel para sacar reflejos del papel oscuro. Me apeteció que los colores tomasen la real oscuridad usando mis dedos para enseñarme sus preciosas mentiras. Luego te lo enseñaré y las verás tu también. Quizá te gusten. Necesito ver colores y luz sobre un fondo negro. Eso es lo que necesito hoy. Mañana dejaré que vengas con tu luz a pedirme tinieblas para sentir más que ver. Hoy no. Hoy dejaré que te pierdas en tus malezas para buscar leña para el invierno. Y luego yo la guardaré en el desván.


- ¿Bailas?
- Sí. Además sé cantar.
- Yo también.
- ¿Lo que... bailar o cantar?
- Ambas. Y alguna más...
- Bien.
- Sí. Bien. Muy bien.




viernes, 1 de agosto de 2008

Buena chica

Su pecado era ansia de sol. Naturalmente descarada se abrió demasiado pronto y tan joven una sobredosis le quemó los pétalos y manchó sus labios de vino y sangre. Aun así la belleza perduró en su pálida esencia. Siempre bella mientras hubo vida, incluso medio marchita, sirvió para que todos los insectos disfrutaran de sus eternos encantos.