viernes, 9 de mayo de 2008

De JEFAS

Estoy un poco nerviosa.
Sí, supongo que es una excusa, por si este post resulta... mal. Que me valga de desahogo.
Estoy hasta las narices de mi jefa.
Ya ya.. supongo que no soy la única. Supongo que tengo mucha suerte, con trabajo fijo, con muchos derechos que en la privada son sólo adorno... Ya. Ya.
Ya os hablé de ella en otra ocasión. En realidad no es mi jefa JEFA. Vereis, es la que me puede tocar las narices a diario, pero no me puede solucionar nada pues no decide sobre mis condiciones particulares de trabajo.... Así que tiene mi uso y disfrute, pero no tiene que cuidarme... aunque debería, pues yo la trato bien. Creo que la trato demasiado bien. No es recíproco.

Me llama "corazón", "tesoro"... y yo le respondo con un "dime" cada día más seco, la verdad, pues no sé por dónde me va a salir esa vez, y empiezo a temerla en cuanto abre la boca para dirigirse a mí. Reconozco que tiene esa sutil capacidad para descolocarme dulcemente sin que apenas me de cuenta de que me está abroncando... ¡a mí que hago prácticamente todo lo que me pide!

¿¡Pero por qué coño lo hago!?

Después rumio, me desahogo con las otras sufridoras... y me pregunto por qué esta jefa-compañera no me defiende, por qué es tan idiota que no se da cuenta de que me está perdiendo y no le conviene... ¿Cuánto más aguantaré sus desplantes? No es justo cómo me trata, ni a mí ni a los demás, pero claro... ¡es que en el momento ni te das cuenta!. Entre corazones y tesoros te clava puñales con una sonrisa hipócrita.

Amigos: ¡no la soporto!

La buena noticia es que se marcha, aunque habrá que aguantarla un poco más todavía. La mala es que no sabemos quién vendrá en su lugar.... ¿podrá ser peor?... aissss.

Hoy voy a hablar con mi otra jefa, la que decide sobre mi particular, y estoy nerviosa porque apenas la conozco, como tampoco me conoce ella a mí... Me han contado que es razonable. Ya se verá.

jueves, 8 de mayo de 2008

CASTILLOS

Me gustan mucho los castillos. Son como cápsulas del tiempo. Este que os traigo es el de Vilasobroso, Mondariz

Ahí está.... Ahí está, viendo pasar el tiempo...



Las piedras de este castillo son testigos del paso de varios siglos. Desde esta nave del tiempo saqué la foto del paisaje moderno ni soñado por aquellos: Las máquinas eólicas al fondo (casi no se perciben en la foto, pero en la vista real es un impacto importante en el paisaje) y el río de asfalto que es la carretera nacional iluminados por el sol nos recuerdan que hoy es hoy desde este excepcional mirador. Un paseo por el interior es un auténtico viaje al pasado.... un mágico viaje.

lunes, 5 de mayo de 2008

madres, AbuElaS, BIsaBUElaS, TATARABUELAS...

- Era guapísima - repetía una y otra vez - ¿verdad papá? -
- Sí, era muy guapa - le contestaba el bisabuelo del niño, el padre de mi suegra.
Yo miraba a la tatarabuela, y mi suegra me miraba a mí, intentando sacar algo en claro de mi expresión aparentemente ensimismada.
Desde el retrato de familia que colgaba de la pared en la salita -una grosera ampliación de una foto de la primera comunión de uno de los descendientes- la tatarabuela del niño me miraba a través de unas gafas de pasta oscura, nada favorecedoras, con su mano sobre el hombro del chico, sonriendo muy levemente con el sempiterno traje negro de las abuelas del rural, el pelo cano recogido en un moño, delgada y con el rostro enjuto.
No podía dejar de escudriñar buscando pistas en su rostro requemado del sol del campo, pistas de la historia de aquella mujer, madre ante todo, madres sobre todo, Matriarcas en estas tierras de matriarcado. El trabajo para ellas, el peso de los hijos (ay... ¡tantos hijos!), todo suyo.

- Una vez estuvo sachando la finca toda una jornada y al llegar a casa, al final de la tarde, dió a luz a un par de gemelos - decía el abuelo orgulloso.
- ¿Tú y tu hermano? - preguntó mi cuñada, su nieta.
- No, esa vez fueron Maruja y Manolo -

Aquello no era civilizado, pensaba para mí, "dieciseis hijos", resonaba en mi cabeza, hipnotizada por aquella heroína del pasado, y recordando a mi propia abuela materna, que también rondó la docena, mientras mi suegra seguía en sus trece, pensando sin duda en la rareza de su nuera:
- Era muy guapa ¿verdad?, y el tatarabuelo también -
- Sí, dicen que yo era el que más me parecía a él - le contestaba el bisabuelo con su media sonrisa de coquetería.

Me sentí un poco cobarde y también un poco niña... ¿Cómo me felicitan a mí por ser madre?. Yo no lo merezco. Mi gran regalo es mi reisiño, tan listo, tan guapo, tan bueno, tan mimado... ¡Cuando pienso en traer un hermanito al mundo todo parece tan complicado!.
¡¡Un tataranieto más!! ¿Dña Pepa se alegraría?. Seguro que sí, y seguro que me miraría con la misma incomprensión, ¡quizá más!, que mi suegra.

Ayssss. La civilización nos ha vuelto cobardes... e inmaduros también.

Una risotada de mi niño me despertó del trance, estaba jugando a las cosquillas con papá. Le comí la barriguita para que me regalase una nueva, sólo para mí... Al fin y al cabo, ¡era el día de la madre!
Foto: Candelaria Campos, mujer de 116 años. Podría ser mi bisabuela, que murió en la cama, según cuentan, hilando y fumando...