domingo, 8 de febrero de 2009

Cuando el mar te tenga


Me asusté un poco. Aquellas gotitas frías en la cara me sobresaltaron, pero enseguida se uniformó la temperatura, ellas se calentaron un poco y mi piel se enfrió. A medio camino me sentí cómoda, y hasta quise repetir... Esta vez fueron más,  y más grandes, me lamí los labios y me sentí salada. Me acerqué más todavía, así que me empapé. Ya no estaba fría, y lo deseé con ahínco... Como toreando lo animé, animé al mar bravo a arrimarse todavía más a mí, a confundirse brevemente conmigo, a tocarme y contagiarme su bravura. Éje! Éje! lo provocaba cámara en mano, adelantando el cuerpo y dándole la cara a aquella titánica masa líquida, esgrimiendo la máquina como mínimo escudo. El turquesa, por momentos gris y azulado, accedió a mis deseos y me lanzó una espumosa embestida.... ¡y se llevó mi estoque! esto es ¡mi preciada cámara! ¡no fuese que publicase mi victoria! El muy bravo: ¡Me quería y no pudo tenerme!
¿Cómo que no? ¿Creéis que no fue así?
A quién quiero engañar, probablemente tenéis razón, quizá no era yo quien lo provocaba. Debió ser ella: la máquina. ¿Y si le robaba el alma? El mar había escuchado historias terribles en otros lares: ya sabéis que llega casi a todas partes. 
Y puede que sí, que así fuese, que quisiera robarle el alma en una foto.
Lo confieso, a veces he deseado que se quedase a vivir en mi piel... Pero la sal nos reseca: no estamos preparados para esa intensidad.
¿Y cuando el Titán no llega a algún lugar? Entonces, ay, entonces... utiliza nuestros corazones como medio de transporte.
Y quién se resiste al mar...

http://www.goear.com/listen/d02fe9d/cuando-el-mar-te-tenga-el-ultimo-de-la-fila

La foto es de mi hermano, que está hecho todo un artista-torero. Y detrás de la espuma, la Torre de Hércules, vigía y amante del mar, como quisieran ser todos los coruñeses.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Mira eso, eso eso...

Lo nuestro no cuajó. Creo que sé lo que pasó: te trate demasiado bien, tanto que ni supiste que eras mío, tanto que me pensaste cobarde, miedosa de ti. No, no te tengo miedo. Te quiero para mi. Eres mío y no lo sabes. Has de saberlo. No puedes enfrentarte a tu dueña. Sí, sí, ya sé que fue culpa mía, ya sé que ni te hice cosquillas, pero ahora va a ser distinto. Te he llenado de ojos, y, ¿sabes qué?, todos son míos, como tú. Cualquiera que te abra los verá, y quizá sienta curiosidad, o le horrorice y te deje caer como si fueras un engendro, no me importa, pero quiero que lo sepan, que eres mío. Yo no te pertenezco a ti, eres tú la cosa que está a mi disposición. Haré lo que quiera contigo. Que lo sepas, que sepas que lo pasado fue accidental. Te traté demasiado bien. 
Todo será diferente de ahora en adelante, y, hasta que no se aposente el orden de las cosas, te domaré. No, no te subleves, soy pertinaz, cansina, cabezota. Eres mío. Tan mío que nuestra intimidad será insoportable, tan mío que al final no podrás vivir sin mi. De hecho aun no estás vivo. Me deberás la vida, me deberás la identidad, me lo deberás todo y lo único que podrás desear mientras estés vivo es que vierta tinta en tus páginas, vehementemente, de ninguna otra forma sabrás quién eres. No te quiero insulso. Si no te desvirgué todavía... pronto lo haré. Hoy es 4 de febrero del 2009.

domingo, 1 de febrero de 2009

Desentráñame

Nuestra mente es una cámara acorazada. Acorazada, que no, no viene de corazón, ¡viene de coraza! De coraza. Como las cucarachas. Una coraza que protege algo supuestamente importante. Nuestra mente es valiosa. Nuestros pensamientos son el fruto de esa máquina tan valiosa.... ¿Los alquimistas, buscarían precisamente eso? Tanto buscar, y la respuesta la tenían en sí mismos, aunque muy bien protegida. ¿Protegida por quién? Nosotros nacemos así, con la mente acorazada... ¿Alguien sabe si nuestra mente nos pertenece? A veces produce pensamientos e ideas que no entendemos... ¿Será que no somos dueños del vaivén de nuestro flujo neuronal? Será. Y cuando soñamos... cuando soñamos... ¿Seremos baterías andantes, cuya única motivación consiste en querer saber sin llegar a conseguirlo jamás? ¿Tenemos real libertad de pensamiento? Nuestras capacidades están infrautilizadas, así que gran parte de nuestro cerebro no está a nuestra disposición. Sólo ocupamos con nuestra libertad de pensamiento, a voluntad, una pequeña parte, como para mantenernos ocupados, despistados de la otra que podría ser la auténtica utilidad de la máquina. Una ilusión, un entretenimiento que nos obliga a mantener el órgano vivo, recargando la batería una y otra vez sin saber muy bien por qué. Tenemos que vivir. Tenemos que pensar. Mantener vivo ese órgano, esa máquina hacedora de ideas, buenas y malas, ¿absurdas? 
¿Acaso tenemos la combinación secreta? No. Algunos se han pasado toda una vida buscándola, y se han vuelto locos, y se han lobotomizado intentando descubrir el secreto, las entrañas del pensamiento, la lógica, el futuro, el producto alquímico, el tesoro. Saber, saber. ¿Cómo estudiar un órgano cuando la única herramienta que tenemos es el propio órgano? ¿Cómo la máquina va a desentrañarse a sí misma?
Vi a una amiga de la adolescencia paseando por la playa en bici, trazando círculos y elipses al azar, como haciendo tiempo.... Se aceleraba cuando iba hacia la orilla por la arena endurecida y húmeda. Era una playa pequeña, encajada entre las rocas, pedregosa y estrecha. El suelo irregular hacía que el conjunto, mi amiga y su máquina de paseo, se sacudiese. Yo pensaba, desde la ventana de la extraña casa en la que me encontraba que no podría hacerlo mejor. La aceleración y la inestabilidad de la bicicleta me producirían vértigo, pérdida de control y acabaría sin lugar a dudas en el suelo. La miraba orgullosa: ¡qué bien lo hacía!
Inmediatamente me pregunté cómo había llegado ella hasta allí. ¿Había venido a verme? 
Estaba en aquella casa, mi madre estaba enferma en cama y yo deseaba protegerla. Una casa en la playa, cerca del mar. Me producía inquietud. Inundaciones.
Para llegar allí había conducido mi SuperLaguna: entiéndase, cuando la cosa se puso fea, aquel coche tenía la facultad de flotar por la riada y de llevarnos a donde debíamos llegar, a aquella casa extraña al lado del mar. Pero todo era una trampa. No es que yo fuese una experta al volante... no. Alguien, un ente malvado y superior se había hecho con nuestras mentes. En especial se había hecho con mi mente. Había conseguido la combinación secreta y había entrado como si fuera su casa. Allí supo todo lo que yo e incluso más, pues en rincones inaccesibles para mí podía entrar él. Él. Malvado. Pero en esta parte de la historia yo todavía no lo sabía. Y ya que la historia es mía y soy también uno de los personajes, para más señas el protagonista, quise darme una pista. La aproveché muy bien, me sentí orgullosa de mí... ¿dirigiendo mi destino? ¿era lícito aquel nepotismo?. Así que salí a hablar con mi amiga y le pregunté qué hacía allí, ¡hacía tanto que no nos veíamos!. Habíamos perdido el contacto hacía mucho tiempo... ¡décadas!.
- Cómo... ¡pero si hablamos por teléfono! ¿No lo recuerdas?
- No.
- ¡Qué extraño!
Y entonces até los cabos sueltos. No podía haberme olvidado de aquella llamada. Y mi amiga estaba segura de haber hablado conmigo, teníamos que encontrarnos allí en esa extraña y gris mañana. Aquella ausencia de memoria sólo podía explicarse si alguien se había hecho con el control de mi mente ¡quizá con el de más! (qué lista.. ¿verdad?).
Así que ese alguien sabía lo que pensaba, sabía lo que me proponía, sabía dónde estaba y a dónde quería llegar, incluso sabía lo que ni yo sabía que sabía.... Me entró el pánico. Me dirigí con urgencia a ver a mi madre y le dije que confiase en mí, que ya se lo explicaría todo pero que de momento no podía siquiera pensar en lo siguiente que haría, no podía contarle la conclusión a la que había llegado, porque Él lo sabría, y eso, eso... era peligroso. ¿Qué es lo que está ocurriendo?

- Maaamiiii... ¿ya es de día? -

¿Qué es lo que está ocurriendo?

- Maaamáaaaaa -

Pero Qué...
Cogí el despertador de encima de la mesilla y lo acerqué intentando enfocar con la vista..

- Sí mi amor... ya voooy -

¡Mierda! ¡Me he quedado dormida!