martes, 26 de septiembre de 2017

Soñando

Con mamá. Estaba con mamá. Una mamá que ve, que está activa. La mamá que cuidaba de mí. De repente lluvia de pétalos, partículas brillantes, en una cocina que no existe, que da a un jardín imaginario. De dónde salen... Qué bello. Venid a ver!  No no... cuidado, esto no puede suceder... pétalos blancos, de rosa. Brillos, polvos mágicos, de dónde sale todo esto... Es real, está sucediendo, ¿verdad mamá? Ella mira alrededor maravillada y asintiendo, pero no hay explicación. Mamá, ¿qué está pasando? Me tiemblan las piernas, estoy muy asustada. Consigo coger un conjunto de pétalos que se transforma en rosa en mi mano, huele fuerte, como sólo imagino oliendo a las rosas rojas y salvajes. Pero es blanca, y brilla muchísimo... La dejo caer mientras me giro para ver otra entrada en escena.
La cocina tiene una forma simétrica, se me antoja una cocina pero podría ser un templo, y estamos en el mismo altar. Para llegar a ella desde el resto de la casa hay dos pasillos, uno a cada lado. Parte de la lluvia brillante y clara se transforma en dos novias, de largo, de blanco... y sin cabeza, una por cada pasillo avanzan directo a la cocina mientras sigue lloviendo, sobre ellas... sobre nosotras... tan copiosamente que casi nos ciega. Según se acercan se puede distinguir que, entre sus vaporosas vestiduras, aferran en sus manos unas largas espadas que van levantando... como si fueran a decapitarnos.
Todavía tiemblo y ahora está oscuro en mi habitación. Me resguardé de la lluvia. No me quedé. Me agarré al pitido que llegaba de la cocina donde él se hacía el desayuno. Cuatro y media de la mañana.

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