miércoles, 3 de diciembre de 2008

U baby.. baby... it's a Wild World

Subió una vez más por las concurridas escaleras. Las salas delante de las puertas de las consultas estaban llenas de gente. Hedía. Quizá sólo era uno, quizá unos cuantos, pero aquel olor los hacía parecer a todos sucios. Sucios enfermos y mojados. En la calle llovía y hacía frío contrastando con el infierno de temperatura que había en el centro, con la calefacción averiada y fuera de sí. Los paraguas acompañaban a aquellos variopintos usuarios hasta sus incómodos y marrones asientos de plástico duro, unidos en hilera, algunos hacinados como si fuesen los asientos de un improvisado teatro en el vestíbulo-sala, otros arrimados a las insulsas paredes aderezadas con carteles informativos, de campañas contra la violencia, pidiendo silencio o anunciando la puerta del médico o enfermera de turno.
Todos la miraron pasar. Miradas de desprecio, en algunos casos, en otros de incomprensión, de curiosidad, de envidia incluso, a veces una mezcla de todo y a veces miradas indescifrables, que la acompañaron todo el camino hasta que se perdió brevemente en una de las consultas. Salía acabando una sonrisa que se borró de golpe cuando se percató de la vuelta de las miradas. Su carga había cambiado: entró con una maltrecha carpeta rosa y salió con un montón de carpetas, igual de maltrechas, algunas azules y otras rosas. Muchos repararon en el detalle y se produjo un rum rum común y también variopinto en sus cabezas. Cada uno sacó sus conclusiones, que se reflejaron en sus ojos, a veces claramente, otras con velos de diferente grosor y color: paranoias, odios, incertidumbres, tristezas, impotencias... La mayoría de aquellas miradas estaban veladas, y pocas, o ninguna que pudiese descifrar, tenía buen trasfondo.
Un abismo se le antojó que había entre los malolientes miradores y ella. Se figuró caminando por un estrecho pasillo y pensó que cualquier desvío de su trayectoria sería fatal. Quiso salir rápido de enmedio de aquella cada vez más tupida telaraña de miradas antes de que fuese demasiado tarde. Apuró su paso y regresó a su refugio, abajo, detrás de la puerta que ponía PRIVADO, sólo para el personal. Según entró un compañero le entregó otra maltrecha carpeta, azul.
- Otra urgencia, esta es para el Dr. Rodríguez - le dijo.
- Ve tú, yo acabo de subir - respondió a la vez que le devolvía la carpeta.
El colega, algo contrariado, respiró hondo y salió decidido.

No pudo evitar sentirse culpable cuando lo vió, instantes más tarde, desmadejado en aquel creciente charco de sangre, en el descanso de las escaleras, mientras algunos de los médicos y enfermeras se precipitaban sobre él para prestarle auxilio esquivando las carpetas desperdigadas por el sucio y húmedo suelo. Todo apuntaba a que la humedad en la escalera había hecho resbalar fatalmente al porteador. Sin embargo, un pálpito crecía en ella mientras la culpa dejaba paso al miedo. Levantó despacio la cabeza y los vió. Reconoció en lo alto de la escalera a algunos de los mirones, que, escudándose en la curiosidad, se asomaban para ver el estropicio. Volvieron su mirada hacia ella, de nuevo hacia ella.... amenazantes.


P.D. Y tiene razón Raúl, es mejor la original de Cat Stevens (yo no lo sabía!):

7 comentarios:

  1. me gustó tu relato, inquietante. aunque no sé por qué, ésta vez casi tiendo a sentirme parte de la masa de las miradas amenazantes. al fin, la transportista de carpetas azules y rosa forma parte del sistema que trata a individuos como masa.

    o así.

    ;-)

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  2. ¿a cual se han cargado? ¿a cual? jejejeje....

    Ya sabes lo que dicen de las "manadas" y de como se comportan.... es lo malo de ser humano, que nos olvidamos de que somos animales... y como tales, en manadas, olemos el miedo ajeno.

    Bicos.

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  3. Si, eu tamén me sinto como Zeltia como parte da masa mirona e con cara de cabreo. Eso sí, eu saio da casa duchadiño e cheirando ben sempre eh. E tampouco prometo quedarme mirando para as carpetas...

    Un bico mirón

    (Pobre porteador mancado. Son cousas que pasan).

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  4. Sí si.. Yo también soy masa. Todos somos masa alguna vez, y entonces dejamos de ser personas... ¿o no? jejejeje.. Bueno, el caso es que yo también simpatizo con algunas masas: pobres zombis... ¿acaso escogieron ellos ser zombis? ¿No fueron personas?. Los aniquilan como si fueran animales...
    A veces, la gente toda junta da miedo.... ¿y por qué no se lavan?
    Pobres zombis.

    Si al final somos todos una panda de rojos comunistas...

    o así... jajaja.

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  5. la enfermedad húmeda de los malolientes miradores se había filtrado al suelo, desparramándose, contagiándose... necesitas unos días de vacaciones, lejos de ese lugar contaminado!! mucho mejor (yo creo) la original de cat stevens, eso sí.

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  6. Increible el poder silencioso que ejerce las miradas ajenas...

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  7. Interesante relato, e inquietante.

    El transcurrir de los hechos es tan vertiginoso que no puedes levantar los ojos de la pantalla. LUego sientes todas esas miradas silenciosas; observando, analizando y enjuiciando.

    Bicosss

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